lunes, 14 de marzo de 2011
RECORDANDO A LAVORANTE
Por Andrés Pascual
En 1960, el promotor Cuco Conde contrató al argentino Alejandro Lavorante con el objetivo de presentarlo en el starbout de un programa en la Ciudad Deportiva. Su contrario sería el prometedor peso completo Rey López.
El porteño noqueó al cubano y, cuando regresó a Norteamérica, donde residía, continuó la racha de victorias que le dio celebridad. Al efecto, el brillante cronista cubano, Eladio Secades, escribió para Bohemia: “…desde la época del pampeño Luis Angel Firpo, en el pugilismo profesional no se había presentado un peso completo argentino del colorido, de la personalidad, del punch, de las facultades y de las posibilidades de Lavorante…”Con este peleador ocurrió lo que con muchos boxeadores novatos que, por regla general, más de un cronista y el público se adelantaron al acontecimiento sin mostrarse cautelosos en los elogios, dando rienda suelta a la pasión por el fenómeno incipiente que, poco después, les hizo quedar mal por el derrumbe, a veces, razonable y, otras, imposible de justificar.
Espigado, sencillo, modesto, de modales refinados y respetuoso, le hizo recordar al público habanero mayor, según Secades, a Gene Tunney, por su actitud casi intelectual de lector ávido durante los entrenamientos; es decir, el reverso de la medalla de Firpo, a quien promovieron como a un troglodita en el sentido figurado del término.
En 1960, el boxeo cubano era la segunda gran cantera del profesionalismo, solo superado por Estados Unidos y, La Habana, la plaza más importante fuera de la geografía norteamericana. Ese año se perfilaba un grupo de gran cartel nacional que, o ganaron campeonatos mundiales, o los discutieron, u ocuparon el # 1 en escalafones de más de un peso.
En segunda línea, buscaban el titular de primera y un lugar en los rankings otro grupo que, de no haberse suspendido el profesionalismo en Cuba, hubieran tenido igual oportunidad que Mantequilla Nápoles o Luis Manuel Rodríguez: Jorge Núñez, Agustín Carmona, Hiran Bacallao, Tano Marrero, William Roncourt…en ese grupo estaba el peso completo Reinerio López, la esperanza del fanático nacional para reactivar el frenesí que logró el Niño Valdés.
Reinerio estaba invicto en 8 peleas y necesitaba una decisiva; entonces le importaron a Lavorante, que se mantenía boxeando en el Oeste de Estados Unidos, con posibilidades de que George Parnassus, como sucedió, montara algunos de sus combates.
De 6’3, atlético, con 205-206 libras de peso, Lavorante era codiciado por las mujeres, a tal extremo que, Frank Sinatra, pretendió ocuparlo en Las Vegas como “gancho” de atracción.
Cuando Lavorante subió al ring, con su short casi a las rodillas, el público lo recibió con sonoras carcajadas. Era la 6ta. pelea del paisano de Pascual Pérez. Sin embargo, casi al sonar la campana para el primer round, el coliseo enmudeció, porque, en fracciones de segundo, el referi Quintanita estaba sobre el antillano concluyendo la cuenta irremediable: casi nadie vio salir el derechazo que se incrustó en el mentón y derrumbó al peleador villareño a menos de 1 y medio de acción.
Lavorante se convirtió en un serio retador después que noqueó a Zora Foley y a Willie Besmanoff, con lo que se clasificó entre los cinco primeros; pero, en 1962, por una bolsa de $30,000 Parnassus le prepara a Archie Moore, con un 30% de entrada para The Old Mongosse y 25% para el argentino.
Moore, entonces con 46 años, le propinó una golpeadura salvaje a Alex, que quedó en tan mal estado que le sugirieron que se retirara y hasta propusieron que se le retirara la licencia.
En la próxima pelea, Cassius Clay se encargó de lastimar gravemente la anatomía de Lavorante quien, por intereses de la mafia que controlaba su carrera, debió seguir hasta que John Riggins lo puso en estado casi vegetal: ciego, mudo e inconsciente.
La carrera de Alex Lavorante se desarrolló de forma curiosa: nacido en Argentina, debutó en el profesionalismo en San Antonio, Texas; Lázaro Coci, manager de Pascual Pérez, se encargó de él durante su etapa amateur y lo llevó a Venezuela. Sin adversarios en ese país, se entregó por completo a actividades ajenas al ring. Al gimnasio iba a hacer guantes y a conservar su figura atlética, necesaria para cierto trabajo oscuro y perjudicial que desarrollaba en las noches.
Estaba el boxeador con el ánimo por el suelo cuando viajó a Caracas, a oficiar como referí en un programa de lucha libre, Jack Dempsey, que le conoció y quedó impresionado con la apariencia del joven. El Ciclón del Lago Salado le aconsejó a su amigo Pinky George que lo firmara y lo apadrinara y el llamado Zar del Pancrasio en Texas oyó la sugerencia, aunque sin entusiasmo, porque el pugilismo no era su negocio.
George ofreció el contrato de Lavorante por $500, pero el argentino había entrado a las clasificaciones de peso completo.
Fue por aquellos días que Rey López se convirtió en la # 7 de sus víctimas.
Alejandro Lavorante fue llevado a su patria en muy grave estado, en le aeropuerto lo recibió una multitud luctuosa de familiares y simpatizantes. A los 28 años, el 1ero. de abril de 1964, falleció el pugilista, que había nacido el 28 de octubre de 1936. Su récord fue de 24 peleas, 19 ganadas, 15 por KO’s y 5 pérdidas, cuatro de ellas por anestesia general.
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